En este mes del orgullo, destacamos el rol del trabajo pro bono como herramienta clave para avanzar en equidad y dignidad para las personas LGBTIQ+.
El trabajo Pro Bono tiene un valor profundo y transformador: permite acercar la justicia a quienes más lo necesitan y contribuir, de forma concreta, a una sociedad más inclusiva y equitativa. En el mes del orgullo, esta labor adquiere una relevancia especial, ya que nos invita a reflexionar sobre el rol que jugamos como abogadas y abogados en la defensa de los derechos de las personas LGTBIQ+.
A fines de 2024, el Senado de nuestro país rechazó el financiamiento público para terapias hormonales en menores de 18 años. No obstante, iniciamos el año 2025 con una importante señal de protección de derechos: el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional dicha norma, resguardando el acceso a tratamientos hormonales para niños, niñas y adolescentes trans. Esta decisión representó no solo una victoria jurídica, sino también un paso firme en la defensa de la dignidad y el bienestar de un grupo históricamente marginado.
Sin embargo, este episodio nos recuerda que, a pesar de los avances normativos y sociales alcanzados en los últimos años, la lucha contra la discriminación hacia las personas LGTBIQ+ continúa siendo un desafío constante. Los retrocesos y resistencias no han desaparecido.
En ese contexto, el trabajo Pro Bono se presenta como una herramienta esencial para acompañar estos procesos, permitiendo que las personas pertenecientes a la comunidad cuenten con una representación legal efectiva y con profesionales comprometidos con la equidad. Al hacerlo, no solo defendemos casos individuales: contribuimos a construir una sociedad más inclusiva y empática.
Columna escrita por:
Catalina Valdés | Coordinadora Pro Bono | cvaldes@az.cl
