Los invitamos a leer la columna escrita por nuestro socio, Antonio Rubilar, donde abordó la importancia de la revalorización de residuos y las oportunidades de Chile hacia una transformación sostenible.
Durante mucho tiempo, hablar de residuos era sinónimo de pérdida. Hoy, sin embargo, los desechos han comenzado a transformarse en oportunidades: materiales antes descartados están siendo revalorizados, incorporados a nuevas cadenas productivas y convertidos en insumos con potencial económico real. Chile no ha estado ajeno a esta transformación. El reciclaje, que antes se asociaba exclusivamente al cuidado ambiental, se ha convertido en un modelo de negocio en crecimiento.
En este contexto, existen algunos incentivos relevantes que promueven la valorización de residuos. El Fondo para el Reciclaje del Ministerio del Medio Ambiente es un ejemplo: permite a municipalidades financiar proyectos de reutilización. También hay exenciones municipales y mecanismos de ecodiseño que vuelven más atractivos ciertos productos para el consumidor. Incluso, la Ley de Compras Públicas permite incorporar criterios ambientales en licitaciones.
No obstante, estos esfuerzos siguen siendo tímidos. Por ejemplo, podríamos avanzar mucho más si la Ley de Compras Públicas exigiera que un porcentaje mínimo de licitaciones anuales se adjudique a empresas que incorporen componentes reciclados o reutilizados. Se trata de una oportunidad clara para que el Estado dé señales de liderazgo en materia de economía circular.
Desde la perspectiva regulatoria, la Ley REP ha sido un paso importante, al imponer obligaciones de recolección y valorización a ciertos productores e importadores. Pero aún queda mucho por hacer. La normativa actual sigue acotada a algunos sectores, y los avances en sostenibilidad, aunque valorables, no reflejan todavía un compromiso legislativo fuerte ni transversal.
Hay sectores críticos que requieren regulación urgente. El caso de la industria textil en el norte del país -donde toneladas de ropa terminan acumuladas como residuos- ilustra perfectamente esta necesidad. Lo mismo ocurre con el desperdicio de alimentos, tema ausente del marco regulatorio vigente, a pesar de su impacto económico, social y ambiental.
¿Qué podemos hacer? Una estrategia eficaz debe incluir medidas diferenciadas por sector, pero también instrumentos transversales. Incentivos fiscales como la reducción del IVA en productos con componentes reciclados, o la posibilidad de deducir del Impuesto de Primera Categoría parte de la inversión en economía circular, podrían ser palancas decisivas para acelerar este cambio cultural e industrial.
Chile tiene las condiciones para liderar una transformación sostenible. Lo que falta es una regulación más decidida y un esquema de incentivos que reconozca lo que hoy está en juego: no solo el valor de los residuos, sino el futuro de nuestro modelo productivo.
Columna escrita por:
Antonio Rubilar | Socio | arubilar@az.cl