Por Arturo Fuenzalida | Asociado
En el contexto del evento IBA 2020 – Virtually Together Conference, se realizó la charla “Come to the fair — the future of the art market or the end of galleries?”.
Durante la jornada los exponentes analizaron las vicisitudes que enfrenta el mercado del arte debido al COVID-19. La pandemia obligó a esta industria a digitalizar sus operaciones, replanteando las conveniencias de mantener el modelo de ventas a través “clásico” de ferias de arte.
En este sentido, el mercado del arte se vio seriamente afectado por la pandemia mundial. Las posibilidades de conglomerar a coleccionistas y compradores esporádicos de artes en ferias, comités examinadores y cerrar los acuerdos con la mano, quedaron aisladas en el pasado.
En efecto, las ferias de arte habían adquirido un notable protagonismo en la industria artística, previo a la situación Covid. La primera reacción frente a la pandemia, como ha ocurrido con muchos mercados, fue digitalizar la industria, circunstancia que no ha sido fácil de incorporar, considerando las características propias de este mercado donde la posibilidad de analizar minuciosamente la obra (colores, texturas, restauraciones) resulta determinante para el comprador.
Ahora, no ha sido sólo el examen presencial de las obras lo que ha frenado el caudal normal de este mercado digitalizado, sino el encarecimiento en los costos de transacción producidos por el cúmulo de legislaciones aplicables a una transacción digital entre partes de distintas jurisdicciones.
En este sentido, Till Vere-Hodge explica que hay problemas sumamente particulares en el mercado del arte:
1. Reconocimiento de la propiedad sobre la obra: Quién es el verdadero dueño de la obra termina por ser un tema de distinta resolución según la jurisdicción de que se trate. En efecto, hay legislaciones que reconocen la posibilidad de adquirir por posesión el dominio de la obra versus otras que siempre protegerán al legítimo dueño.
2. Caso del “Sleeper”: Se refiere al caso de un vendedor que piensa que está vendiendo una chapuza, pero en realidad se trata de una gran obra de arte, luego el comprador la autentica y la vende generando una cuantiosa utilidad. Frente a ese mismo hecho, encontramos reacciones distintas según el ordenamiento jurídico de que se trate. En efecto, en ciertas legislaciones de tradición civilista, podría invalidarse la venta por el error del vendedor.
Ahora frente a este estado de cosas, surge la duda sobre si resulta conveniente volver a la antigua normalidad, o bien, pasar a una nueva normalidad que incorpore la experiencia de adaptación a la pandemia.
Comentan los exponentes que la digitalización de la industria sí presenta ciertos beneficios versus las características del modelo de venta “clásico”, a través de ferias “físicas”.
Los problemas que presentaban las ferias de arte, son, entre otros:
1. Hay una sobre abundancia en el mundo que no terminan por presentar material realmente distintivo entre una y otra.
2. La descrita sobre abundancia implica que los coleccionistas y compradores deben incurrir en altos gastos para asistir a las distintas ferias.
3. El excesivo empleo de aviones como medio de transporte, impacta negativamente en el medio ambiente.
Ante este análisis de pros y contras, resulta interesante la experiencia de TEFAF (The European Fine Art Fair), una de las ferias de arte más emblemáticas del mundo que frente a la digitalización de sus servicios ha tenido problemas para adaptar prácticas fundantes de su alto prestigio; como por ejemplo, la labor de su prestigioso Vetting Committee (Comité Examinador) que ha debido ejercer su labor de manera digitalizada, impidiendo la posibilidad de realizar exámenes físico/científicos sobre las obras.
Al parecer, hay determinadas necesidades del mercado del arte que no van a poder satisfacerse por medio de la digitalización de la industria.
La charla estuvo a cargo de Sharon Haya Hecker, Till Vere-Hodge y Dr. Florian Schmidt-Gabain. [Ver transmisión aquí]
