Hace poco leí un poema de Giacomo Leopardi titulado como esta columna. En él, un vendedor de calendarios los promociona a viva voz asegurando que el nuevo año será mejor que el anterior. Interpelado por un transeúnte respecto de qué le hace creer aquello, se genera un diálogo que desnuda hasta qué punto las mejores expectativas solo responden al infundado buen deseo del vendedor. Es más, cuando revisa años anteriores -y su propia vida- advierte que su expectativa es relativa. La vida está hecha de buenos y malos momentos, y si hubiera que empezar de cero conociendo estos, quizás sería preferible no dar el salto al vacío.
Esta reflexión me trasladó al extraño momento que se vive desde el contundente rechazo ciudadano a quienes impulsaban la aventura de empezar de cero con nuestro país. Tanto oficialismo como oposición han caído en un evidente letargo. Por diferentes razones hay una especie de tregua de facto o apatía que evidencia que la nueva Constitución respondía principalmente al deseo de una elite académica y política, siendo también una respuesta institucional al proceso golpista que vivía Chile a finales de 2019. En efecto, la asonada social se usó para intentar derribar al gobierno y el acuerdo por una nueva Constitución fue la forma de evitar su caída, algo que la pandemia y su exitoso manejo inesperadamente afianzaron. La Constitución no estaba -ni está ahora-, en el corazón de las preocupaciones ciudadanas. Ello, sin perjuicio que el proceso constituyente deba llegar a término para dar un cierre que ayude a reparar la anomia existente.
Por lo mismo la amplia mayoría ciudadana de 62% que se impuso en el plebiscito no debe desmovilizarse, sino por el contrario activarse y exigir al gobierno abordar los verdaderos problemas. Ya no bastan palabras vacías ni poesía. Se necesitan respuestas concretas y precisas. Llamar a las cosas por su nombre. El terrorismo en La Araucanía es terrorismo y las herramientas legales deben aplicarse. La violencia en las escuelas de Santiago debe reconocerse aplicando la Ley de Aula Segura. La nueva Ley de Inteligencia que se marchita en el Congreso Nacional debe aprobarse a la brevedad. El fortalecimiento de las policías y el Ministerio Público es indispensable. Las cifras de homicidios son impactantes y el fracaso de la persecución penal preocupante.
En buenas cuentas, derrotada la aventura refundacional, no basta confiar en erráticas intenciones verbales de las autoridades, sino que hay que hacerse cargo del destino de Chile y hacer efectivas las responsabilidades políticas. Si bien en palabras de Alejandro Jodorowsky (Donde mejor canta un pájaro) “el azar es una forma sutil del destino”, ello no implica, dejar entregado el destino al azar. Los gobernantes y autoridades no son meros vendedores de calendarios prometiendo mejores años.
Por Gabriel Zaliasnik, socio az, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho U. de Chile.